Las primeras obras de la Plaza de España datan de 1914, justo el año en el que se abre el público el antiguo jardín de los Montpensier, ya por entonces transformado en parque para la ciudadanía gracias a los trabajos de Jean-Claude Nicolas Forestier. El paisajista francés concibe el parque a modo de una continua zona verde que sirviera de nexo de unión entre el lugar de celebración de la Feria de Abril, el Prado de San Sebastián, y los paseos arbolados cercanos al río. Sin embargo, este eje se vio interrumpido con la construcción de esta gran plaza proyectada por Aníbal González que sin embargo se convirtió en uno de los escenarios principales de la Exposición Iberoamericana de 1929. La plaza ha funcionado a su vez de escenario de diferentes películas como "Lawrence de Arabia" o el episodio II de Star Wars, "El Ataque de los Clones", hasta el punto de ser reconocida por la Academia de Cine Europeo como "Tesoro de la Cultura Cinematográfica".
La inmensa semielipse, de 14.668 metros cuadrados de superficie, ideada por el arquitecto sevillano mira a través de la Avenida de los Magnolios al río Guadalquivir, histórica vía de comunicación fluvial por la que la ciudad recibió durante prácticamente 200 años mercancías de lujo y especies vegetales exóticas traídas de las colonias. Con la exposición de 1929, la orientación y forma de la plaza simbolizan un gran abrazo de bienvenida al visitante de la exposición, mensaje especialmente dirigido a los ciudadanos provenientes de países de América que ya no acudían a Sevilla como colonias de las monarquías ibéricas, sino en grado de igualdad, como países libres e independientes. Todo ello en un claro intento de establecer lazos diplomáticos que hicieran olvidar el pasado colonial de la ciudad y marcar el inicio de una nueva era de fraternidad.
El Parque de María Luisa de Forestier y la monumental plaza de Aníbal González suponen el gran legado de la Exposición del 29 a la ciudad. A pesar de presentarse en sus respectivos proyectos iniciales como entornos antagónicos -el primero basado en el realce de la naturaleza en la ciudad, el segundo por contra más atento a la imposición de una plaza dura y la configuración de una escenografía icónica-, no dejan de ser dos puntos de vista, dos sensibilidades diferentes, que buscan un mismo deseo: reinventar los elementos de la tradición y dotar a la ciudad de un amplio y digno espacio público, ya sea en forma de jardín o de arquitectura, abierto al disfrute de ciudadanos y visitantes.